jueves, 15 de marzo de 2012

¿Cómo produce energía nuestra máquina?


Es un tema complicado de fisiología humana pero que voy a hacerlo simple para entender lo básico y, sobre todo, lo que le podamos sacar el máximo provecho para nuestro entrenamiento.

El cuerpo del ciclista tiene fundamentalmente dos formas de producir energía, esa que echa adelante nuestra bici y nos permite terminar un entrenamiento y ganar una carrera escapado. Estas formas son  aeróbica (en presencia de oxígeno)  y anaeróbica (en ausencia de oxígeno). 

La aeróbica es de intensidad moderada y permite que pedaleemos por horas sin fatigarnos. En cambio, la anaeróbica es muy intensa, esa que usamos para “dar un palo” o hacer el sprint final para la llegada, pero tiene el problema de que dura muy poco tiempo antes de fatigarnos. Ambos procesos energéticos son reacciones químicas que ocurren en nuestros músculos. Estas dos formas o sistemas de energía requieren glicógeno (glucosa o azúcar de la sangre guardada en el hígado y en los músculos). 

Los carbohidratos que comemos son convertidos en glucosa por la digestión y son una fuente muy rápida de energía. Por eso nos desayunamos bien con cereal o avena, y llevamos cambur (banana), sándwiches de mermelada o mantequilla de maní, barras de granola, conservas en nuestros bolsillos para comerlos en el camino y reabastecer estos depósitos de energía. La grasa es más lenta de convertir en energía, pero ayuda mucho en recorridos largos. Mientras que el cuerpo recurre a la proteína como fuente de energía solo cuando nos estamos “muriendo de hambre”; de modo que de nada te sirve para tu rendimiento comerte esa grasienta empanada por el camino. 

Pero, ¿cómo saber, cuando entrenamos o corremos, cuál es el sistema que prepondera en la producción de energía de nuestro cuerpo? Para esto se usa la referencia del umbral de lactato (LT, por sus siglas en inglés). Básicamente, si la intensidad del ejercicio está por debajo de este nivel, entonces el sistema preponderante de producción de energía es aeróbico; si la intensidad está por encima, entonces la energía se produce de forma anaeróbica.  

Para determinar dónde estamos se pueden utilizar tres métodos, a saber: la percepción del ejercicio, el pulsómetro, y el potenciómetro. 

La percepción del ejercicio es el método más usado porque es sencillo y no cuesta nada. En líneas generales, estás en el umbral de lactato cuando el ejercicio es tan intenso que empiezas a jadear. Un método más sofisticado es el pulsómetro. De hecho, se hacen pruebas en rodillo estacionario o contrarreloj, e inclusive con punciones de lóbulo de la oreja, para establecer con claridad las pulsaciones del umbral de lactato; aunque para intereses más prácticos se puede buscar tal nivel de pulsaciones en una tabla correlacionada con sexo y edad. Finalmente, el potenciómetro, el actual estándar dorado del entrenamiento, permite, de manera similar que el pulsómetro, establecer dicha relación, aunque con las ventajas de su independencia de factores externos como estado de ánimo, clima, topografía. 

Consejo final: es importante saber en cuál intensidad nos ejercitamos porque debemos cuidarnos de nuestro gran enemigo, el sobre entrenamiento. 

Para afinar el ejercicio y para sacar el máximo provecho al entrenamiento, los mejores entrenadores dividen las pulsaciones (o los niveles de potencia), tomando como base el umbral de lactato, en niveles que tienen una asociación fisiológica (acumulación de glucosa, generación de lactato, trabajo neuromuscular, etc.). Estos niveles los llaman “niveles de entrenamiento”, y serán el objeto de nuestro próximo artículo.
¡Saludos afectuosos para todos!

Freddy J. Sánchez-Leal

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