sábado, 19 de mayo de 2012

Ida y vuelta a Churuguara en bicicleta

Escribo esta resumida crónica a pedido de algunos amigos que desean que esta pequeña travesura quede asentada en blanco y negro. 

Para los ciclistas de ruta, el periodo de Semana Santa es especial pues se cuenta con bastante tiempo para recorridos largos en los que se ganan tremendas condiciones para afrontar las competiciones del resto del año. La de 2003 fue mi primera Semana Santa como ciclista y me encontraba, a mis 31 años, en las mejores condiciones físicas; con 1.80 m y unos sólidos 88 kg de peso podía subir cuestas con plato grande, terminaba circuitos a más de 40 KPH en promedio, entrenaba entre 200 y 300 Km semanales, por citar algunas referencias…Ah, qué días aquellos! 

El miércoles Santo un grupo de compañeros regresábamos de un largo para las Cataratas de Hueque donde habíamos disfrutado también de las maravillas de ese hermoso parque y sus cristalinas y refrescantes aguas; en privado le comento al más audaz y dispuesto de mis compañeros, un delgado moreno que apodamos familiarmente «Camerún», mi idea de ir de Coro a Churuguara y regresar en un solo día. Camerún no me preguntó «cómo» sino «cuándo». Así quedamos acordados de encontrarnos el sábado de Gloria a las 7 a.m. en la intersección de la Variante Sur con la Av. Manaure. Salimos casi en secreto cargados con cambures, mandarinas, agua, tripas de repuesto, y algo de herramienta sencilla. No queríamos que nadie se enterara pues temíamos que ante el escándalo la gente nos desanimara. Subimos por La Tabla—por la carretera vieja—hasta Carrizalito muy frescos luego de los primeros 40 Km; allí nos paramos para reponer agua, frutas y comprar pequeñas conservas para mantener el nivel de glucosa en la sangre. Según mi «plan» entre Coro y Churuguara había 80 Km por la carretera vieja, y 120 Km por la carretera nueva; el primer tramo sería difícil, pero de Churuguara para Coro todo sería en bajada, una «sopita»…vaya error de cálculo. 

En Carrizalito nos aclararon que efectivamente había 80 Km…pero desde allí hasta Churuguara!! Bueno, ni modo, había que seguir. Algunos kilómetros después llegamos con alegría a La Goya, aproximadamente el punto más alto al que habíamos ascendido, y comenzamos luego a descender de manera estrepitosa. Bajar es un placer, es sentirse dueño del mundo, es la mayor sensación de libertad que recuerde haber experimentado. Pasamos por la entrada a San Luis como a 60 KPH admirando la hermosa profundidad del sur del estado; más tarde llegábamos al punto más bajo que es la población de María Díaz con gente amable y atenta, asombrada de ver ciclistas por allí. 

Luego de subir y bajar la Serranía de San Luis, nos esperaba otro hueso duro, una kilométrica cuesta hasta Churuguara. Llegar a Churuguara fue espectacular; dimos vueltas en la plaza y Camerún cautivó a dos hermosas chicas locales (Federación es la federación de las mujeres hermosas) quienes nos atendieron con bebidas, alimento y abundante plática para descansar durante casi dos horas de los primeros 120 Km. A las 2 p.m. decidimos emprender marcha atrás y nos despedimos de nuestras anfitrionas intercambiando abrazos y teléfonos. Si habíamos cubierto la subida en 6 horas, bastarían sólo tres o cuatro para «bajar» hasta Coro por la carretera nueva…otro error que pagamos con sufrimiento. La única bajada fue la de salir de Churuguara donde llegamos a alcanzar velocidades de hasta 70 KPH; de allí en adelante se sobrevinieron una cantidad infinita de «chinchorros» que hicieron añicos los ligamentos de mis rodillas. Camerún, una especie de hombre de hierro, me dejaba literalmente tirado en las subidas, y yo lo alcanzaba en las bajadas debido a mi mayor peso. Sufrí mucho, pero la chispa de la gente de los pueblos y caseríos que pasábamos me hacía reír aliviando mi pena. «Mamá, una carrera», gritaban unos chiquiticos por allá. «Dale que vas de segundo», me gritaba un viejo en tono burlón. Un obeso policía en la entrada de Pueblo Nuevo me preguntó en buen «coriano»: «¿de dónde venijn?», y luego, «y a dónde vajn?», y, por toda respuesta, al ver mi cara de sufrimiento me preguntó finalmente con sorna: «y llegaréjn?». 

De todas las cuestas que he librado en mi vida, la más fuerte es la que llaman la «Curva del Sapo» que va más o menos de la entrada de Pueblo Nuevo hasta la entrada de las Cataratas de Hueque. Si logras que la bici vaya a 10 KPH es un verdadero milagro. Sugiero que a los presos de Coro les intercambien años de condena por minutos de esta subida en bicicleta; saldrían más que reformados. En Hueque me esperaba Camerún con una sonrisa, un refresco y un par de caraqueñas a quienes había embrujado relatando nuestra parcial proeza. Me sentía como si necesitara un transplante de ligamentos para mi rodilla izquierda y—en un arranque de desesperación—decidí usar mi teléfono celular para llamar a mi familia por un rescate; para mi frustración la falta de señal se había «chupado» la pila. 

De Hueque en adelante aparecieron finalmente las bajadas y se me olvidó la rodilla; ya me parecía paradójica la idea de «bajar subiendo». Moyepo fue la última cuesta, relativamente sencilla si tomamos en cuenta lo vivido; y luego un solo tiro hasta Coro que alcanzamos sanos y salvos con ayuda Divina bordeando las 8 de la noche para calmar a nuestros más que preocupados seres queridos. 

Doce horas encima de las bicis, 240 Km recorridos, 3 kilos menos, para conseguir lo que luego fue catalogado por los entendidos como un nuevo récord para el estado. Favor no intentar en casa.

Freddy J. Sánchez-Leal

Aquí el link del artículo original  

4 comentarios:

  1. Muchisimas gracias por compartir esta maravillosa aventura!

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  2. Hola Sr.Freddy, hoy es cuando leo su hazaña... Igual me divertí como si fuera reciente. Jajajajaja Muy bueno el relato.

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  3. Gracias por compartir esta aventura. No es más que aliento para quienes queremos aventurarnos por el mismo camino.

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